sábado, 4 de noviembre de 2017

Era de la información, tiempo y aceleración social

Resumen: El desarrollo material alcanzado por la sociedad actual ha posibilitado llevar adelante una revolución tecnológica sin precedentes. La digitalización de la información y la interconectividad han producido importantes transformaciones sociales en todos los ámbitos de la vida colectiva. Esto ha traído como consecuencia un proceso de aceleración de la vida social, económica y cultural. Estamos en presencia de una redefinición del tiempo, que impacta directamente en nuestra idea del espacio. Los valores y la utopía de la sociedad moderna están en contradicción con las condiciones de existencia de millones de seres humanos, sus expectativas y las posibilidades que encierra nuestra sociedad.

Palabras claves: Tiempo social, tiempo abstracto, atermporalidad, espacio, aceleración social, sociedad de la información, tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

Abtrac: Today's society has reached a material development that has enabled it to carry out an unprecedented technological revolution. The digitization of information and interconnectivity have produced important social transformations in all areas of collective life. This has led to a process of acceleration of social, economic and cultural life. We are in the presence of a redefinition of the concept of time, which directly impacts our idea of space. The values and utopia of modern society are in contradiction with the conditions of existence of millions of human beings, their expectations and the possibilities that our society holds.

Kywords: Social time, abstract time, atermporality, space, social acceleration, information society, information and communication technologies (ICT).

Introducción


Vivimos en un mundo en el que unas de sus características más preponderantes es la extrema aceleración del tiempo social, la cual se desarrolla a la par de una continua comprensión del espacio, ambos elementos característicos de una sociedad altamente tecnificada. Este proceso se da en el marco de un continuo e inusitado desarrollo de la tecnología a niveles jamás vistos en la historia de la humanidad. Esto ha dado inicio, como muchos sostienen, a una nueva etapa de la civilización humana en que diversos autores como Castells han denominado como "era de la información". Otros más prudentes conceptualizan la situación actual como sociedad de la información o sociedad del conocimiento. En lo que se coincide ampliamente es en rol fundamental del conocimiento y la transmisión de la información como elementos centrales para comprender el complejo mundo de hoy.

El proceso de conectividad, intercambio y producción de información que se da a partir de los años 90’ del siglo pasado, generó cambios que impactaron profundamente en las relaciones sociales y redefinió el ritmo de vida de las personas. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) pueden ser entendidas en el marco de las nuevas formas de relaciones económicas, sociales y culturales que surgen entre la comunicación que se produce entre personas y organizaciones a través de las redes de comunicación e información. No es exagerado decir que las relaciones sociales actuales, en toda su gama de complejidades, se encuentran en un franco proceso de reestructuración continua, alentado por el rápido avance tecnológico en la producción de la información y comunicación digital.

El avance de la ciencia y los desarrollos tecnológicos en el siglo pasado, crearon posibilidades extraordinarias para la difusión del conocimiento. Indiscutiblemente, esto redefine el desarrollo del proceso de la investigación académica y científica. La actual idea de conocimiento está profundamente influenciada por los procesos de transmisión de información. Es la comunicación abierta y continua que se ha dado a partir de la microelectrónica, el desarrollo del hardware, los diseños de software y las telecomunicaciones a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado, la que hace posible crear y divulgar a tiempo real la innovación y la investigación. Son estos avances técnicos los que aceleran los progresos en la ciencia, haciendo que sus procesos investigativos se lleven a cabo de forma vertiginosa dadas las posibilidades que generan las nuevas tecnologías. Hoy es posible acceder a información en tiempo real no solo mediante los ordenadores personales, sino también a través de dispositivos móviles como los teléfonos celulares inteligentes o smartphones. Gracias a ello el acceso a la información, el saber y el conocimiento se ha hecho portátil. Lo tenemos literalmente en la palma de la mano.

Como decíamos, éste hecho no sólo tiene un gran impacto en el desarrollo de la generación de conocimiento, sino que tiene una relación directa en el ámbito pedagógico. Las posibilidades que generan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la propuesta de sectores académicos para orientar su avance hacia el desarrollo de las tecnologías de aprendizaje y conocimiento, las llamadas TAC (Sancho, 2008) son un reconocimiento de su importancia en el mundo de hoy y de los dilemas que presentan el uso e implementación de estas tecnologías en el proceso de enseñanza/aprendizaje. Parte de estos dilemas surgen debido a que el desarrollo tecnológico no es para nada algo neutro y, menos aún, sin orientaciones definidas. Los avances científico-técnicos de hoy en día son llevados adelante por grandes corporaciones multinacionales de la tecnología ligadas a fondos de inversión privados y públicos. Además de destacar la gran influencia de la industria militar, de alimentos y salud en la búsqueda de soluciones a los profundos problemas sociales y económicos de la sociedad contemporánea, y de los retos de innovación en cada área.

La principal plataforma de comunicación y difusión de información creada hasta ahora es el internet, potenciándose además con el uso de sistemas satelitales. El desarrollo de la telefonía celular y sus avances en la interconectividad digital, constituyen actualmente elementos  centrales en la masificación de la información.

Estos cambios tecnológicos están presentes en nuestro modo de vida y en nuestra idea del tiempo y el espacio. La imagen que la sociedad moderna tiene de sí misma se origina en las radicales transformaciones de la concepción del tiempo y el espacio iniciadas en la gran revolución científica del siglo XVI en Europa. El paso del tiempo cíclico al tiempo abstracto cambió radicalmente nuestra idea del universo físico e influyó profundamente en la manera de relacionarnos. La ciencia, la industria, el comercio y las artes empezaron a orbitar en torno al tiempo abstracto controlado por el reloj mecánico. Las grandes transformaciones sociales y económicas del siglo XIX y XX están marcadas por estas ideas y sus contradicciones aún están presentes entre nosotros.

Pero, cabe hacerse unas interrogantes previas: ¿cuáles son los cambios reales que se han dado en la humanidad? ¿Vivimos realmente “una revolución”, un “cambio de era” o solamente son transformaciones dentro del mismo sistema económico y social imperante en nuestros tiempos? ¿Son realmente las tecnologías de la información y la comunicación elementos que han modificado las bases de la sociedad moderna? y si fuese así ¿cuáles son las transformaciones producidas en ésta revolución tecnológica? ¿Cómo se refleja en nuestra idea del tiempo? o, planteado en otros términos: ¿cómo desde las ciencias sociales podemos entender el impacto de las colosales transformaciones comunicacionales que se han dado en nuestra sociedad?

El desarrollo de las Tecnologías de información y comunicación (TIC)


El origen de la revolución tecnológica de la información tiene sus inicios en los avances alcanzados en el campo de la electrónica ocurridos en el transcurso de la II Guerra Mundial. Posteriormente a fines de los años 40 del siglo pasado se crea el primer ordenador programable junto al transistor, generando las bases técnicas que dan inicio a la microelectrónica, que será el núcleo de la revolución de la tecnología de la información durante el siglo XX (Castells, 2000, p. 70).

Del amplio campo que agrupa a todas las tecnologías de información y comunicación, tales como la industria militar y aeroespacial, la industria química y farmacéutica, de alimentos, finanzas, salud, etc, nos referimos a aquellas desarrolladas a partir del surgimiento de la electrónica, del uso generalizado de los microchips en los componentes electrónicos y la masificación de las computadoras personales, que posteriormente condujeron a la creación de la red mundial que conocemos como Internet, siendo el resultado de la extraordinaria convergencia entre la informática y las telecomunicaciones.

Son cuatro elementos esenciales en la producción/reproducción de la información (Castells, 2000, p. 60):
  • La microelectrónica.
  • La informática.
  • Las telecomunicaciones: televisión, radio y optoelectrónica.
  • La ingeniería genética.
Estos constituyen el epicentro del desarrollo de las tecnologías de la información en las últimas décadas del siglo XX y forman el eje central del siglo XXI en la que la información se genera, almacena, recobra, y transmite. Ésta tesis sostiene que estamos en parecencia de un nuevo paradigma tecnológico organizado en torno a las tecnologías de la información. La tecnología está orientada por “el uso del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible”.

El desarrollo e interrelación de las tecnologías electrónicas (la microelectrónica, los ordenadores y las telecomunicaciones), en el seno de la comunicación interactiva sentaron las bases para la creación de Internet, que hasta los actuales momentos es considerado como el medio tecnológico de transmisión de información más revolucionario de nuestros tiempos.

En transcurso de los últimos años, evidenciamos un notable incremento en la investigación científica y tecnológica orientada hacia el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación (TIC). Esto se debe a las inversiones realizadas por los grandes consorcios privados y los organismos públicos de ciencia y tecnología en esta materia (RICYT, 2016). Debido al entusiasmo e interés que causan en todas las áreas de la academia, el desarrollo e implementación de estas tecnologías, podemos decir que su desarrollo e implementación excede a las ciencias exactas e ingenierías, sino que ahora implica ampliamente a las ciencias naturales y sociales junto a las humanidades. Hoy en día las TIC son un asunto transversal de todas las ramas del conocimiento  y sus consecuencias van más allá de los aspectos técnicos de su desarrollo.

En este sentido, nos referimos como plantea Shiavo (2007), a las tecnologías que tienen la capacidad de producir, almacenar y transmitir información digital y que poseen la particular característica de funcionar en red y, debido a las múltiples direccionalidades posibles en la transmisión de la información a tiempo real, se han convertido en una inusitada plataforma organizativa de diversas prácticas sociales. Hay dos conceptos que explican la dinámica de este proceso:

Surgen, entonces, dos palabras clave para señalar el punto de inflexión de al menos dos generaciones de TIC. Una de ellas es convergencia, dado que en Internet convergen todas las innovaciones precedentes y que, a su vez, por su propia funcionalidad, esta plataforma convoca futuras convergencias. La otra palabra clave es diseño, en tanto otra de las características de las TIC es la de funcionar como medio organizativo, condición que remite al diseño de estas tecnologías en función de diversos requerimientos particulares [Las negritas son nuestras].

La convergencia de múltiples contenidos intercambiados por los usuarios a través de internet se ven en constante cambio debido al desarrollo e implementación de redes más avanzadas como la internet2 (I2, 20017) o el LiFi (LiFi, 2017) que multiplican vertiginosamente la capacidad y velocidad de transmisión de contenido de las actuales redes, permitiendo la digitalización y transmisión de contenidos de estructuras complejas (como los contenidos multimedia), y el surgimiento de redes relacionales colaborativas como los living labs (Living Labs, 2017), en la que ciudadanos particulares, empresas, organismos públicos y centros de investigación se involucran en el proceso de innovación a través de internet. El desarrollo de la “Web semántica” (W3C, 2017), que dota de un mayor significado de los contenidos que se publican en internet en la que cualquier usuario que haga uso de la red podrá encontrar respuestas a sus preguntas de forma más rápida y sencilla gracias a una información mejor definida. Otro elemento a destacar es la tendencia a la unificación de criterios informáticos que facilitan progresivamente la búsqueda de información, así como las interacciones en la red. Estas condiciones técnicas hacen posible el desarrollo de software educativo, logrando así una redefinición de la interacción pedagógica en el proceso de enseñanza/aprendizaje a través de los denominados Entornos Virtuales de Aprendizaje (Belloch, 2017).

De la misma manera, denotamos el surgimiento de la Web 2.0 o Web Social, que permite a los usuarios crear contenido, interactuar y colaborar entre sí, por medio de una comunidad virtual que organiza e interconecta esta interacción. Otra característica de las Web 2.0 es que alojan programas que son utilizados por usuarios que crean sus propios contenidos y los publican en la red sin la necesidad de poseer conocimientos técnicos avanzados. Se traslada el uso del software de la computadora personal a la red. Es decir, la centralización de las aplicaciones en un sitio web 2.0 ofrece la posibilidad de trabajar directamente en la plataforma en línea, sin el requisito de tenerlas instaladas en una computadora personal, lo que da un carácter cualitativamente superior a las relaciones comunicativas realizadas a través de esa plataforma.

A estas innovaciones cabe añadir la tendencia orientada hacia el desarrollo de las tecnologías móviles. Las capacidades de los dispositivos móviles, tales como los teléfonos celulares inteligentes o smartphones, las tablets, entre otros, permiten un alto número de aplicaciones que antes solo eran soportadas por los ordenadores personales. Además, estos dispositivos ofrecen una total compatibilidad con la compleja interconectividad de internet. Esto ha orientado el surgimiento de nueva generación de TIC que están dirigidas a desarrollar la interconexión continua a través de estos dispositivos portátiles de fácil y cómoda movilidad, creando una tendencia a reemplazar a las computadoras personales como lugar privilegiado de almacenamiento e intercambio de la información. Esto ha redefinido el uso que hacemos, no solo de las personas sino también las organizaciones, de las computadoras personales y de la plataforma de conexión, creando  nuevos entornos de comunicación y colaboración.

Como resultados de estos procesos, el esquema de generación de conocimiento se desarrolla a través de un circuito de retroalimentación acumulativa, donde el ser humano se transforma en un usuario se servicios y creador de contenidos al mismo tiempo. Tal como afirma Castells (2000, p. 58), es en base a esta dualidad que es posible la construcción del sistema de conocimiento y procesamiento de la “información/comunicación en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos”. En este sentido:

“Los ordenadores, los sistemas de comunicación y demás tecnologías informacionales son verdaderas ampliaciones de la mente humana y lo que ésta piensa se convierte en bienes, servicios, producciones materiales e intelectuales de uso diverso en la educación, la industria militar, la salud y la generación de imágenes”.

Esta concepción de “ampliación de la mente humana”, concibiendo a la red como una extensión de nuestras facultades mentales, se desarrolla de manera bidireccional, en la que así como la mente humana crea, inventa y desarrolla, la misma se nutre de la información existente y en movimiento. Este proceso de producción material e intelectual, se constituyó en un nuevo paradigma que posee las siguientes características (Castells, 2000, p. 88):
  1. La información es su materia prima: “Son tecnologías para actuar sobre la información”, no información para actuar sobre la tecnología.
  2. Su capacidad de penetración en los procesos de nuestra existencia individual y colectiva, a través del control de la información.
  3. Su morfología de red le permite materializarse en todo tipo de procesos y organizaciones mediante tecnologías de la información.
  4. Su flexibilidad y capacidad para reconfigurarse.
  5. La convergencia “creciente de tecnologías específicas en un sistema altamente integrado.
En base a estos elementos es que las TIC son preponderantes para la sociedad de hoy. Definitivamente orientan el ritmo de la vida de nuestra actual época. Las bases materiales del actual momento histórico posibilitan e incentivan el desarrollo tecnológico. Estas nuevas características reconfiguran las relaciones sociales existentes hasta entonces.

Tiempo y aceleración en la era de la información


Del tiempo cíclico al tiempo lineal

La idea que tenemos del tiempo hoy en día es muy diferente de aquellas que predominaban en las épocas pasadas. Hace unos dos mil años las antiguas civilizaciones comprendían el tiempo de manera muy distinta a como hoy lo entendemos. Por ejemplo, nuestro sentido común del tiempo que está caracterizado como un continuo lineal que se desplaza hacia un futuro indeterminado es una concepción reciente, la cual está estrechamente relacionada a la visión moderna del mundo con sus ideales inexorables de progreso y de continuo control de la naturaleza por medio de la razón a través la ciencia y la técnica, y que contrasta radicalmente de la idea del tiempo que se tenía en anteriores momentos de la historia.


Los pueblos antiguos creían que el tiempo era cíclico y que por consecuencia los acontecimientos históricos seguían este esquema de génesis, desarrollo, decadencia y desaparición. Por ejemplo, en la antigua Grecia se creía que el tiempo seguía un proceso denominado como el “Gran Año” (Brunschwig, 2000, p. 242) en que el destino inevitable del mundo era ser destruido por el hielo durante el Gran Invierno y por el fuego durante el Gran Verano. Después de cada cataclismo, se crearía un nuevo mundo y la humanidad volvería a progresar atravesando nuevamente por las edades de oro, plata, bronce y hierro. Además de la idea de la repetición cíclica, quizás por consecuencia lógica, se concibió la “doctrina del eterno retorno” (Trejos, 1964, p. 343). Hoy en día predominan ideas radicalmente diferentes. Nosotros consideramos el tiempo como algo que se prolonga en línea recta hacia el pasado o al futuro. No creemos que el tiempo sea circular, ni que vuelva a producirse otra época como la de la Grecia clásica y tampoco que Sócrates, Platón o alguien similar vaya a nacer de nuevo y que esté determinado a repetir cíclicamente los mismos acontecimientos. Está demostrado que la antigua noción de tiempo cíclico fue consecuencia de observar los procesos cíclicos de la naturaleza, como el movimiento aparente de las estrellas alrededor de la tierra, las fases de la luna o de la manera en que se iban alternando de las estaciones climáticas en ciclos repetitivos.

La forma contemporánea de pensar y concebir el tiempo la hemos heredado de las tradiciones judeo/cristianas. Los primeros autores cristianos, fundamentalmente los estoicos y los neoplatónicos, recalcaron la importancia de unos hechos históricos que nunca volverían a repetirse. Para ellos, la historia no evolucionaba por ciclos, sino que el hecho de la creación, además de ser único e irrepetible, se había producido en un momento determinado del tiempo. En el desarrollo de la narrativa cristiana, Cristo sólo murió una vez en la cruz y, de la misma manera, una sola vez resucitó entre los muertos. Finalmente, en algún momento del futuro se cumplirían los propósitos de Dios, y éste pondrá fin al mundo que conocemos de manera definitiva:

Si en la filosofía griega el tiempo se desenvolvía de una forma cíclica o circular, ante la cual el ser humano carecía por completo de libertad y era como un esclavo del destino o de la fatalidad, para el hombre de la Biblia en cambio el tiempo era entendido como un proceso lineal ascendente en el que era posible diferenciar claramente entre el ayer, el hoy o el mañana (…) Cuando la idea del tiempo lineal pasó del judaísmo al cristianismo experimentó una ligera modificación. En efecto, si los judíos miraron siempre hacia el futuro, al porvenir escatológico que suponía la llegada del Mesías y el posterior juicio final, para los cristianos de los primeros siglos el núcleo principal de la línea ascendente de la historia no era ya el futuro, sino el pasado. El sacrificio de Cristo que ya había tenido lugar (Cruz, 2013).

La linealidad judeo/cristiana tiene profundas implicaciones para la forma en cómo hoy concebimos actualmente la realidad. El concepto lineal del tiempo ha dejado una profunda huella sobre el pensamiento occidental. Sin él, sería difícil concebir la noción de progreso, o hablar de evolución cósmica, natural o social. Bajo la lógica cíclica, no sería posible concebir idea alguna de desarrollo evolutivo, ya que los mismos esquemas han de repetirse una y otra vez. Además, de existir una evolución bajo este esquema, debería ser de un tipo que se repitiera indefinidamente. Y un cosmos que se repita a sí mismo es fundamentalmente diferente del que se haya creado en un momento determinado del tiempo y vaya evolucionando hasta alcanzar su estado actual.

El tiempo abstracto

El paso de una visión cíclica a una visión lineal del tiempo no es el único cambio profundo que ha ocurrido en la forma en cómo pensamos. Hoy en día entendemos el tiempo como una cantidad abstracta.

Los cambios en las relaciones sociales y en el pensamiento empezaron cuando en Europa se generalizaron los relojes durante el siglo XIV. Con este extraordinario invento se empezó a medir el paso del tiempo, lo que dio una nueva mirada con que abordar los fenómenos naturales junto a nuevas perspectivas de organización de la vida colectiva no conocidas con anterioridad en la historia. Su medición fue un hecho revolucionario que marcó el inicio de grandes transformaciones sociales y culturales. Gradualmente, se llegó a captar el tiempo de una forma que hubiera sido inconcebible en épocas anteriores. Fue entonces cuando se dividieron las horas en minutos y segundos. La división del tiempo fue consecuencia del control organizado de la producción social.

En el marco de estas transformaciones del pensamiento en relación a la forma en cómo concebimos la naturaleza y la sociedad se fueron dando avances trascendentales en la ciencia y en la innovación técnica que, a su vez, fueron desarrollando y perfeccionando el sistema de funcionamiento de un invento que transformó la vida en el mundo: del reloj mecánico. Recordemos que los relojes, como artefactos, son antiguas invenciones del ser humano. Y aún hoy en día, después de milenios, siguen manteniendo el mismo principio: sus mediciones se basan en la captación de regularidades en el movimiento mecánico de un artefacto o del cambio que se produce en la materia de un objeto. Desde los relojes de sol del antiguo Egipto en los inicios de las antiguas civilizaciones, hasta el más avanzado reloj atómico que actualmente está en los modernos EEUU, todos sin excepción, además de continuar con el mismo principio, tienen la misma consecuencia: desnaturalizar el tiempo, convirtiéndolo en abstracto. El reloj transformó el tiempo en una entidad abstracta con existencia propia. El reloj nos permitió separar el tiempo de los ciclos de la naturaleza y sentó las bases de un mundo y una sociedad independientes, emancipadas de lo natural. La naturaleza y la sociedad se hicieron observables y medibles en secuencias matemáticas. Y éste es un principio esencial para la cultura occidental, la ciencia y la sociedad moderna.

La atemporalidad en la sociedad de la información

Solo bajo los avances tecnológicos de nuestro tiempo y en el marco del paradigma de la tecnología de la información, hemos podido transformar nuestra concepción del tiempo. La sociedad de la información sugiere que nos encontramos en las fronteras de la atemporalidad. Para Castells (2000, V. I, p. 508)  somos “tiempo encarnado, al igual que nuestras sociedades, hechas de historia”.

En este orden de ideas, el tiempo posee una dimensión local (Castells, p. 509), debido a que, es específico de un contexto determinado por lo que se encuentra vinculado al desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación. El concepto de tiempo, y el tiempo en sí, se está transformado dentro del contexto socio-técnico.

El tiempo lineal, el del reloj y el de la historia, se deshace en la actual sociedad red, “en un movimiento de significado histórico extraordinario” (Castells, 2000, 514). El tiempo, según esta idea, no se relativiza, sino que se crea una idea (por lo menos en el campo perceptible) de universo eterno, de tiempo y presente absoluto. Es una combinación de diversos tiempos que, gracias al uso de las tecnologías actuales, ofrece un presente eterno: el tiempo atemporal. Por ejemplo. Por primera vez en la historia de la humanidad ha surgido un mercado de capital unificado de forma global y que, de la misma manera, funciona en tiempo real. Pero cabe acotar que, desde el punto de vista de nuestra capacidad sensitiva, podemos hablar de “atemporalidad” ya que las actuales tecnologías superan en creces nuestras posibilidades biológicas de percepción. Por más rápidas que sean las transmisiones y que las mismas superen nuestras posibilidades biológicas de percepción sensible, desde el punto de vista de la física es incorrecta la idea. No hay tiempo absoluto, ni presente absoluto. O su equivalente: espacio absoluto. El tiempo, como lo demostró Einstein es relativo y no absoluto como lo pensó Newton.

En las sociedades actuales, nos encontramos bajo el control del tiempo reloj. La sociedad moderna se desarrolla bajo el significado del tiempo del reloj que da sentido y marca la pauta tanto para la sociedad como para el espacio. Ciertamente, el tiempo abstracto definido por el reloj, es una concepción con la que se ha nacido, se ha socializado el individuo y resulta casi inconcebible pensar en un mundo no organizado por la hora-reloj. El uso del tiempo abstracto es una forma de dirigir y controlar todos los procesos de la vida social.

Según Castells, en la sociedad actual, este tiempo lineal medible y predecible se reconfigura continuamente. Se produce una aceleración de “casi todo”, donde el ser humano trata de reducir el tiempo, hasta el límite de lo posible, lo que da origen, a la desaparición de toda secuencia temporal, creando un tiempo atemporal a través de las nuevas tecnologías que ofrecen esas posibilidades. Desde el punto de vista social surge una especie de “presente eterno”.

Castells (p. 497), propone una distribución temporal de la vida que produce la sociedad en red en la que distingue 4 tipos:

  • Tiempo como fuente de valor. Es el tiempo en el mercado financiero actual. Es un mercado, que funciona a tiempo real. El alto volumen de flujos financieros internacionales, no es solo gracias a la desregulación o, a la apertura de los mercados financieros, sino también, y sobre todo, a la velocidad de las transacciones, favorecida a su vez, por el uso de las nuevas tecnologías, así como programas informáticos y analistas financieros situados en los nodos globales de una red de telecomunicaciones. Se produce no sólo una especulación monetaria, sino también en el plano temporal ya que el tiempo va a tener un valor ficticio para poder ser manipulado. Incluso, se plantea que del trato incorrecto que se le dé al tiempo, podrá ser el elemento central de las crisis económicas de estos tiempos.
  •  El tiempo flexible. Consiste en la superación de la forma tradicional de tiempo para tomar decisiones a tiempo real. Es la forma de “empresa red” modelo que emerge y manipula el tiempo como un recurso y no como secuencia temporal de producción. Es decir: el trabajo cualificado gestiona el tiempo aumentando o disminuyéndolo dependiendo de las circunstancias. Esto es posible debido a la organización en red, el procesamiento de información y su movilidad. La empresa red ya no solo reduce cualitativamente el tiempo, sino que lo procesa.
  •  Tiempo laboral. Este tiempo es el centro del ciclo vital de un individuo. Su tiempo social se estructura de forma dependiente y alrededor de su tiempo laboral. En el último siglo, hay dos tendencias respecto a este tiempo en particular: una donde tiempo laboral por persona disminuye; y otra, una regularización del tiempo laboral como parte del contrato social (ambas dependen de la regularización de los mercados laborales en cada país).
  • Tiempo y ciclo vital: La nueva sociedad red rompe con el reloj biológico que marca el ritmo social y vital del individuo. Este tiempo adquiere la capacidad de controlar la duración de la vida de las personas, asó como su reproducción.

Todos estos análisis nos llevan al siguiente argumento planteado por Castells:

La cultura de la virtualidad real asociada con un sistema multimedia integrado electrónicamente contribuye a la transformación del tiempo en nuestra sociedad de dos formas diferentes: simultaneidad y atemporalidad.

El tiempo virtual real es producto del sistema multimedia que transforma el tiempo en simultaneidad y atemporalidad. La posibilidad de obtener información inmediata de cualquier parte del planeta proporciona la inmediatez de lo sucedido.

Esta interconexión de tiempos en los medios crea todo un “collage temporal” sin secuencia de inicio o fin, es decir, sin secuencia narrativa. La información se expresa atemporalmente debido a que viaja de un lado a otro por medio del hipertexto y del multimedia. Tal como plantea el autor “es una cultura de, al mismo tiempo, de lo eterno y lo efímero” (Castells, p. 534.). De lo eterno porque llega de todas direcciones, de todas las secuencias de expresiones culturales. De lo efímero porque cada secuencia específica depende del contexto y objetivo por el que se busca crear una construcción cultural determinada.

La concepción y organización tiempo dominante de nuestra actual época es decididamente atemporal si razonamos bajo estos planteamientos. El peso del “paradigma informacional” y la “sociedad red” llevan a cabo una transformación sistémica en el orden secuencial de los fenómenos producidos gracias a los avances científico-técnicos alcanzados hasta hoy en día por la humanidad. La supresión de las secuencias temporales debido a lo instantáneo o aleatorio de los fenómenos sociales, produce un tiempo indiferenciado (Calise, 2014) que, según los argumentos de Castells, es el equivalente a la eternidad o atemporalidad.

La aceleración de la vida social

Karlheinz Geissler (1998) en uno de sus trabajos expone un relato tradicional de los pueblos que habitan las grandes sabanas africanas, con un interesante contenido alegórico:

“Cada mañana despierta en África una gacela. Sabe que debe correr más rápido que el león más rápido para evitar ser devorada” y al mismo tiempo, “cada mañana despierta en África un león. Sabe que debe ser más rápido que la gacela más lenta si no quiere morirse de hambre. No importa si eres gacela o león: cuando sale el sol debes correr”.

La noción del tiempo y temporalidad se transforma continuamente junto a los cambios de paradigmas producidos en la civilización occidental. La racionalidad occidental ha producido la vida que conocemos hoy en día. No solo revolucionó la manera en como concebimos el mundo, sino que transformó a la sociedad imponiendo nuevas relaciones sociales entre los sujetos sobre la base de conocimientos que antes no poseía (como la ciencia) y, a su vez, transformó la naturaleza sobre la base de sus necesidades. Como decía Weber (1981, p. 435): “El racionalismo occidental moderno se basa en un dominio racional del mundo”.

Marx y Engels (1996) también observaron que este proceso histórico generado por la revolución industrial iba generando un nuevo e inusitado ritmo de vida, marcado por una incesante y acelerada dinámica social que las nuevas formas de producción imponían a las relaciones sociales que se estaban configurando entre los seres humanos:

La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás [Las negritas son nuestras].

La lógica de este incesante ritmo de vida se ha mantenido hasta nuestros días, alcanzando unas proporciones inimaginadas por Marx o Engels.

Tal como esbozamos con anterioridad, se vive una aceleración de los diversos procesos sociales que constantemente cambian y se revolucionan así mismos de forma incesante y que cuyas innovaciones tecnológicas impactan profundamente en los procesos de cambio social y la vida cotidiana de los sujetos. Este ritmo acelerado de las innovaciones tecnológicas y sociales empieza a contradecirse con los límites naturales y antropológicos de los seres humanos. Nuestra velocidad de percepción y las capacidades cognitivas de nuestro cerebro no han experimentado un incremento de velocidad acorde al actual ritmo de la tecnología:

(…) desde el primer homo sapiens hasta hoy el tamaño del cerebro y las consiguientes capacidades cognitivas no han experimentado un incremento de velocidad, a pesar de haber incrementado la velocidad de la comunicación un 107, la velocidad del transporte personal un 102 y la velocidad de procesamiento de datos un 106, todos ellas aceleraciones “externas” (Berain. S/F).

Ciertamente vivimos en una sociedad cuyos valores de sí misma exigen un ritmo de vida acelerado y frenético. El imperativo de la aceleración se constituye en una de las experiencias relevantes en la vida de millones de seres humanos.

No solo se ha aumentado vertiginosamente el proceso de aceleración de la vida en relación a los sujetos físicos que la experimentan, sino que también surge otro factor relacionado a este fenómeno: la prisa. Marramamo (2008, p. 19) diferencia la prisa del fenómeno de la velocidad ya que “el síndrome temporal que caracteriza la condición hipermoderna no es la velocidad en cuanto tal”. En cambio la prisa, “está íntimamente relacionada con la experiencia moderna (desde la época de la Revolución industrial hasta nuestros días) e hipermoderna del tiempo (típica de la vertiginosa innovación tecnológica de los últimos treinta o cuarenta años)” y que no hace sino expresar la distancia creciente entre experiencia y expectativa. Nosotros le incluiríamos el de las posibilidades. Estos tres elementos: experienciaexpectativaposibilidades, crean en la sociedad actual una lineal y continua angustia expectante que ciertamente caracteriza la vida de millones de seres humanos.

Tal como planteamos al inicio, el ritmo de vida que impone la sociedad moderna altamente tecnificada está caracterizado por la aceleración de los ritmos de vida social junto a la comprensión del espacio, y que ha derivado en una condición de angustia sobre expectativas insatisfechas. Esto no es otra cosa que la distancia entre la utopía de la sociedad moderna en contraste continuo con las condiciones de vida de millones de seres humanos, en las que median como elementos decisivos las posibilidades de materialización de los anhelos compartidos en el imaginario colectivo. Esta situación no solo devela las grandes tensiones y contradicciones que existen entre lo que se es y lo que se puede, sino también entre lo que se tiene y lo que se desea. En este sentido, Marramao (2008, p. 16) al analizar el fenómeno del tiempo y sus consecuencias para la acelerada vida hipermoderna nos plantea:

A partir de este punto, ahora me gustaría comparar el ámbito del kairós con la fenomenología de nuestro presente, de esta existencia nuestra presidida —en opinión de Paul Virilio— por la «dromomanía», el imperativo de la velocidad y, según Reinhart Koselleck, un impulso a la aceleración provocado por la tecnología global y, más específicamente, por el síndrome de la prisa. Dicho síndrome resulta inevitable teniendo en cuenta los dispositivos de seguridad y emergencia de una actualidad dominada por el retorno del dúo angustia/política y, como consecuencia, por el uso político del miedo.

El movimiento acelerado genera la falsa sensación de la escapatoria satisfactoria, de la movilización a espacios distintos de donde realmente transcurre nuestra existencia. La prisa se ha vuelto narcótica e irremediable para la supervivencia psicológica de los individuos en una sociedad cuyas nuevas cadenas pesan de forma muy similar a las anteriores. La configuración del espacio/tiempo psicológico, adquiere dimensiones alarmantes bajo nuevas modalidades de opresión desmedida en relación a las posibilidades que encierra nuestra sociedad para superar los males que aquejan a tantos millones de seres humanos:

Dicho de otro modo: el síndrome de la prisa, pese a ser, en cierto modo, algo inherente a la condition humaine que hace de nosotros animales pensantes, está íntimamente relacionado con la experiencia moderna (desde la época de la Revolución industrial hasta nuestros días) e hipermoderna del tiempo (típica de la vertiginosa innovación tecnológica de los últimos treinta o cuarenta años). Así pues, la prisa —que no la velocidad— encarna nuestra «situación espiritual», y constituye un signo decisivo. El síndrome temporal que caracteriza la condición hipermoderna no es la velocidad en cuanto tal (Marramao, 2008, p. 19).

Los sujetos de la sociedad de hoy se enfrentan a un mundo ajeno, alienante, que ejerce sobre ellos una presión continua y despótica sobre su existencia. Las personas viven en una sociedad en la que psicológicamente no habitan, y en el que las expectativas de apropiarse de su destino se desvanecen como al acercarse al horizonte. Esta especie de “contracción del presente” está marcada por la dinámica de tres factores decisivos, tal como lo plantea Rosa (2011, p. 18):

La aceleración tecnológica, que es el elemento más evidente y estudiado de todos debido a los alcances logrados a través de los monumentales avances científicos y técnicos de los últimos años y que se puede evidenciar a través de las enormes transformaciones en los sistemas de transporte, en las comunicaciones y la producción económica. El desarrollo y la innovación de nuevas tecnologías han revolucionado las bases de la producción y la reproducción de la vida material y espiritual del mundo de hoy.

La aceleración del cambio social que está relacionada a las nuevas y aceleradas dinámicas de las relaciones sociales expresadas en la cultura, en las organizaciones políticas y las instituciones sociales, marcadas por las transformaciones derivadas del desarrollo científico-técnico antes mencionadas y por las brechas generacionales cada vez más cortas entre sí. De esta manera los estilos de vida, las relaciones sociales, las modificaciones del lenguaje, las nuevas prácticas y hábitos adquiridos, van generando nuevas realidades cuyos problemas y expectativas son tan cambiantes y dinámicos como las nuevas realidades que crean. Las actuales generaciones y las venideras van desarrollando nuevas modalidades en sus prácticas sociales, culturales, políticas, etc, cada vez más aceleradas en relación con las predecesoras, compactando cada vez más las distancias cultuales entre generaciones, disminuyendo las brechas generacionales. Hoy las posibilidades técnicas marcan un punto de equilibrio en el que la brecha cultural tiene su referente y se determina por las estructuras biológicas que diferencian a los grupos sociales, ya que socialmente se tiende a la unilinealidad cultural. Esto debido a la digitalización y masificación de la información mediante potentes plataformas de transmisión, que redefinen continuamente los conceptos de familia, cultura, educación, etc.

La aceleración del ritmo de vida ha sido un problema social estudiado en la academia sociológica desde Simmel (1950). Como concepto, da la apariencia inicial de ser difuso. Se refiere a la paradoja que expresa la aparente contradicción de que las acciones y experiencias en la vida cotidiana están marcadas por la falta de tiempo, mientras que los cambios tecnológicos en los sistemas de transportes, las comunicaciones, la producción económica, etc, están orientados una constante disminución del tiempo socialmente invertido para su realización, lo que debería traducirse en un aumento del tiempo libre de los sujetos de la sociedad. Si las nuevas invenciones tecnológicas están orientadas a una disminución del tiempo necesario para la producción y reproducción de la vida social, es consecuencia lógica que el tiempo debiera volverse abundante para todos. Se pudiese decir, que el producto resultante debiese ser “la escasez de la escasez de tiempo”. Pero en los hechos observamos que esto no ocurre en la realidad, sino que incluso se vuelve aún más escaso para la mayoría de las personas, lo cual nos crea una paradoja al momento de entender el tiempo social. Aún más: nos atreveríamos a decir que el tiempo abstracto, creación humana de carácter histórico, se ha independizado de sus creadores adquiriendo “vida propia” y se ha impuesto tiránicamente sobre la vida de millones. Irónicamente, la abundancia de tiempo social (liberado por las posibilidades científico-técnicas y las actuales formas de organización y control del trabajo productivo) se traducen en una falta de tiempo para los seres humanos en relación a las aspiraciones socialmente compartidas en torno a los ideales emanados de la utopía de la sociedad moderna. Paradójicamente la liberación del tiempo se ha traducido en un “desperdicio”, viéndolo desde el punto de vista de los valores culturalmente aceptados en relación a la producción económica.

La existencia de millones de seres humanos está caracterizada por la aceleración social que es consecuencia de la experiencia de vida en nuestra moderna sociedad altamente tecnificada, en la que están presentes y en constante tensión las expectativas de realización utópica de los valores y sueños con los que la sociedad moderna se ve a sí misma. El alejamiento entre experiencia y expectativa genera divergentes opiniones sobre el futuro de la humanidad, cuyos problemas y dilemas nos acompañan con ensordecedora resonancia. En todo ello, nuestra idea del tiempo juega un papel central y decisivo sobre lo que pensamos acerca del espacio y la vida en sociedad actual. Ciertamente, sus consecuencias aún están por verse.

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